"Dije: El demonio está dentro de ese agujero ulceroso.
Entonces él me mordió las nalgas y se llevo mi alma."
Anne Sexton. Angel of Fire and Genitals.
Imagen: Tracey Emin.
Ahora cuando mi nombre resuena a sacrificio
recuerdo mis venas, su tinta.
Nombrándome recuerdo todas
y cada una de ellas.
Resuena en mi cabeza cómo un eco,
cómo el eco de la religión señalando el acto impuro
de la excitante existencia.
El orgasmo de dejar vivir a quienes de verdad amas
justo antes de continuar con tu propia vida.
Esa que manipulas como a un baile endemoniado,
moviendo la cadera,
estrechando tus huesos a tu carne,
respirando el aire contaminado que recorre las calles.
Sigo en pie dando vueltas reclamando mi propia sangre
como tributo a los hombres que hablan.
A sus mujeres, a sus niños, a todos aquellos que pueden oírlos.
Solo yo. Solo yo oigo la música
y las palabras que traen en un adiós insinuante.
Y así pues, me despido para luego volver.
Al baile.
Al eco.
A todo aquello que me sumerge en mi asqueada subsistencia.
La del niño que oye y no puede ver.
6 de mayo de 2010
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